El suicida no quiere morirse, quiere dejar de sufrir. Dejar atrás la idea de encontrarse en un callejón sin salida puede ser un proceso largo y complejo.
Pedir ayuda puede ser un paso muy difícil para algunos. Ante esta premisa estar alerta a las señales o cambios de conducta de nuestros seres queridos o conocidos es fundamental. Por lo general se tiende a normalizar si una persona empieza a estar más solitaria; si duerme poco o mucho; baja o sube de peso o si tiene cambios de humor o modifica su rutina de un momento a otro. Aspectos tan comunes como estos son signos de advertencia y podrían esconder comportamientos suicidas.
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