El estallido social de octubre de 2019, la pandemia y la crisis económica…varias han sido las situaciones que han afectado la salud mental de la población y que ha provocado que la sociedad chilena se encuentre inmersa en una olla a presión que hace que cada cierto tiempo estalle o busque vías de escape, lo que se manifiesta a través de agresividad, poca tolerancia, estrés, ansiedad y violencia. 

Ejemplos hay varios, como la turba en el concierto de Daddy Yankee, en que miles de personas entraron por la fuerza, o el clásico universitario que debió ser suspendido por los ataques con bengalas de los hinchas. También se han visto aumentados los conflictos entre automovilistas, mientras la violencia escolar ha llegado a niveles sin precedentes.

¿Pero qué se oculta detrás de la violencia? Para el psicólogo Gabriel Urzúa, experto en psicología comunitaria y director de Psicología Advance en la Universidad San Sebastián, los comportamientos violentos no solo refieren a factores psico-biológicos, sino que están muy relacionados con el contexto social, histórico y cultural. “Las personas somos las caras de una misma moneda, en tanto somos individuo y sociedad”, señala.

Según el psicólogo, es relevante comprender a la sociedad para entender el comportamiento de los sujetos que en ella habitan. “Nuestra sociedad es altamente individualista y competitiva, donde el consumismo ha logrado la creencia de que quien tiene más, vale más” y también se ha ido fraguando la “cultura del winner: el que acapara, se salta la fila o adelanta por la berma. “Esos micro comportamientos dan cuenta de cómo funcionamos los seres humanos en sociedad”, advierte Urzúa.

El académico agrega que hay ciertos valores que se han trastocado en nuestro país: se ha perdido el vínculo social que permite entender la perspectiva del otro, y cuestiones tan simples como saludar al vecino hoy día aparecen difuminadas, lo que empieza a exacerbar ciertas actitudes y comportamientos conflictivos.

Por otro lado hay un vacío cultural, “un vacío en temas de formación ciudadana que es inquietante respecto a décadas pasadas, y que ha llevado a las personas a actuar de forma irreflexiva”. Todo esto haría que veamos a diario comportamientos que están fuera de la norma social; esa norma asociada al buen trato, al respeto por el otro, a la ayuda mutua y a la reciprocidad.

Sin embargo, Urzúa señala que no se puede responsabilizar exclusivamente a la sociedad por la violencia y el descontrol de los impulsos, que dan pie a situaciones de extrema violencia. Por ejemplo, a todos nos puede dar rabia en el auto, pero no por eso uno no se baja y le pega un combo al conductor de al lado. “El descontrol de los impulsos obedece a ciertos elementos bioquímicos, todos tenemos distintas pulsiones o formas de reaccionar”, asevera.

Las circunstancias también influyen en la forma de reaccionar de las personas ante estímulos. “Habitamos el mundo del trabajo desmesurado, en el que todavía quien trabaja más horas y menos ve a su familia, es el mejor evaluado. Chile avanza a paso de tortuga en conciliación; esos elementos, para nuestra salud mental, son fuente de un malestar que se va incubando de manera muy soterrada”, dice Urzúa.

Bienestar integral

“La gente tiene rabia, por distintas razones, la que es canalizada con muy pocas válvulas de escape saludables en nuestro país”, advierte. “Hay poco tiempo para hacer actividades que permitan abordar la salud mental de forma integral, porque bienestar no solo es ausencia de enfermedad, sino que una serie de cosas que debo atender sobre mí mismo”. Urzúa señala que avanzar hacia un estado de bienestar integral puede ir de la mano, por ejemplo, del deporte, del arte, e invirtiendo más tiempo en familia.

A la vez, una de las herramientas fundamentales para alcanzar estados saludables de salud de mental que se mantengan en el tiempo es la psicoterapia. “Es hacerme cargo de mis problemas. Quizá durante mucho tiempo fui incapaz de hablar con nadie respecto de mis temas personales. Esta herramienta debe ser accesible para todos, cuestión que lamentablemente hoy no ocurre y continúa siendo privilegio de unos pocos”.

Para el psicólogo, la salud mental debe ser abordada con mayor seriedad a través de políticas públicas donde se pueda exigir garantías para toda la población. “La salud mental es un bien muy preciado que incluso va en directa relación con el desarrollo económico. Una sociedad sana en términos de salud mental es una sociedad que va a producir más y mejor”, señala Urzúa.

Si no hay cambios importantes en el corto o mediano plazo, nuestras relaciones sociales estarán cada vez más degradadas. “Hay cada vez menos respeto, y cuando una sociedad se pierde el respeto a sí misma, también pierde el respeto a sus ciudadanos e instituciones. En ese sentido, efectivamente, vamos transitando hacia un lugar complejo”, concluye.